Decimos carnavales, en plural, porque se manifiesta en centenares de formas diversas. Sería imposible enumerar siquiera una tercera parte del total ya que en cada lugar se le asigna un nombre diferente y asume características particulares. Cada expresión es única y muestra la riqueza cultural del Perú.
Refiriéndose al carnaval andino, José María Arguedas expresaba lo siguiente: "Es la fiesta más grande de los indios peruanos (…) y su música es la más hermosa de todo el folklore peruano (…) debe tener un lejano origen indio puro (…)".
Los rasgos distintivos de los carnavales peruanos son la alegría desbordante, su carácter masivo, la gran presencia juvenil durante las celebraciones, la extraordinaria diversidad musical, la gran variedad, picardía y erotismo de las canciones; el colorido de la vestimenta, la abundancia de comidas y bebidas, su origen eminentemente campesino y rural y su indudable relación con las actividades agrícolas y ganaderas, donde prevalecen rituales ancestrales.
CELEBRACIÓN EN LAS CIUDADES.
La celebración de los carnavales en la costa peruana no alcanza la profusión y el arraigo que puede apreciarse en la sierra y en la selva, salvo en algunas comunidades de gran presencia y tradición afroperuana (como Malambo, Surco y Cañete en Lima; Chincha, Nazca y Palpa en Ica; Acarí en Arequipa y Talandracas en Piura).
Por otra parte, las manifestaciones urbanas –algunas gigantescas y muy renombradas– carecen de la riqueza simbólica que puede apreciarse en la festividad rural. Sin embargo, no debemos perder de vista que los carnavales contemporáneos en el ámbito urbano también muestran la eclosión de alegría, erotismo y sexualidad juvenil; las formas de organización, cohesión y control social; así como los modos de reafirmación de los lazos de parentesco, del poder local y hasta de la redistribución económica.
Los carnavales que se celebran actualmente en ciudades grandes como Cajamarca, Huamanga, Puno, Andahuaylas, Yurimaguas o Chachapoyas destacan por su carácter multitudinario, su espectacularidad, colorido, alegría y frenesí.
Otros rasgos de estos carnavales masivos de las grandes urbes son la organicidad, la institucionalidad y el régimen que presentan. Se disputan premios y distinciones otorgados por municipios, entidades turísticas o empresas y compiten por la originalidad y vistosidad de sus disfraces y carros alegóricos, así como por el ingenio y la sincronía de la coreografía de su danza.
Sin embargo, es innegable que cada año se distorsiona y mercantiliza esta formidable expresión cultural, tan compleja y rica por su origen, evolución y simbología, así como por los mecanismos sociales, económicos y hasta políticos que la motivan y dinamizan.
PRINCIPALES ESCENARIOS Y RASGOS DISTINTIVOS DEL CARNAVAL PERUANO.
Como se ha mencionado, las características particulares de las celebraciones convierten a los carnavales peruanos en la muestra perfecta de nuestra diversidad cultural. A continuación, mostramos cómo se desarrolla la fiesta en algunos de los escenarios más importantes.
1. PUNO
La ciudad de Puno es la muestra perfecta del carnaval urbano del altiplano llevado a su mayor perfección. Veinte mil bailarines y unos dos mil músicos en escena. Contrapunto de estudiantinas (orquestas que ponen el acompañamiento musical), vestuario y coreografía disputando prestigio, orgullo social, honor institucional y primacía generacional. Catalizador de voluntades, esfuerzos yrecursos.
Por las calles de la ciudad discurren ríos humanos multicolores, suave cadencia de caderas sensuales, requiebros, abrazos, roces de suave intensidad, manos entrelazadas, sonrisas coquetas e incitantes; polleras y mantones ondean en fascinante coreografía. Trémolo de mandolinas, sonido de violines y acordeones, rasgueo de charangos y diálogo de zampoñas contrastando con el bordoneo de guitarras, guitarrones y contrabajos. Melodías de cromatismo perfecto. Armonía llevada a la exquisitez suprema. Deleite embriagante para la vista, gozo inefable para el oído, regalo para el espíritu, poema hecho color, movimiento y sonido. Arte excelso. ¡Pura vida!
2. HUAMANGA
En Huamanga, capital regional de Ayacucho, los carnavales mantienen aún su sabor quechua y rural. Aquí las quenas, las tinyas, el cencerro, los pitos y el canto quechua opacan el hábil bordoneo de las guitarras, el trino de las mandolinas y las canciones en castellano. Los versos campesinos son mucho más creativos, agudos e incisivos, tanto para cantarle al amor en ingeniosas metáforas como para la crítica social. Jueces, policías, curas, militares, autoridades ediles, regionales y nacionales, así como políticos en general, "inspiran" canciones que hablan de abusos, fechorías, leguleyadas, farsa democrática e impunidad.
Todo esto va aparejado con escenografía, gestos, disfraces y representación dramatizada de escenas cuya jocosidad no hace más que aumentar la ironía y creatividad de un pueblo frustrado de leyes, instituciones y representantes que son ajenos a sus intereses, necesidades y exigencias. La solemnidad del Perú oficial llevada a la parodia. No en vano los carnavales se llaman "pukllay" en quechua, en su significado de "juego" o "jugar". "Si todos, toda la vida juegan con nosotros, ahora nos toca jugar con ellos". Ésa es lógica.
3. ANDAHUAYLAS
Canción, música, danza y alegría desbordada por calles y plazas. Campesinos de todas las comunidades del valle del Chumbao y de las alturas toman las calles de la ciudad. Han cantado y bailado sin sosiego y hasta casi la extenuación en sus comunidades, pero nadie se da por satisfecho hasta no hacer una demostración masiva, multicolor, bulliciosa, altiva, soberbia, viril, orgullosa, incontrolable y frenética de su presencia en aquel escenario, por donde otros días del año pasan casi como huyendo del lugar donde habita la discriminación, el abuso, la burla y hasta el desprecio.
Las grandes comparsas hacen un alto en las esquinas, en la plaza, en el parque. Forman un círculo en silencio casi sepulcral. Sale un hombre, se remanga el pantalón hasta la rodilla, se para con las piernas entreabiertas, en trance de gallo o toro en ruedo, pasea su mirada desafiante entre el gentío hasta que señala un punto y hace el gesto de llamar a alguien que no tarda en salir. Se cuadra delante de su contendor, también se remanga el pantalón en una pierna. Cumpliendo un código no escrito, el retador cruza los brazos sobre el pecho, mira despectivamente el horizonte mientras el desafiado baila a su alrededor blandiendo un zurriago u honda trenzada de cuero con punta de cabuya, la misma que hace retumbar en un chasquido escalofriante mientras de rato en rato hace el ademán de descargar un golpe en la pantorrilla pelada. En este momento, los familiares, compadres, ahijados y amigos de los contrincantes tocan y cantan canciones ofensivas para el rival o versos cargados de valor, fuerza y orgullo para su allegado. Luego de unos momentos tensos, el zurriago se enrosca una y otra vez en las pantorrillas de uno y otro, llegando a marcar surcos enroscados y sangrantes.
Tres, seis, ocho meses antes, en algún recodo del camino, en una fiesta, en cualquier circunstancia, uno de ellos o sus familiares (esposa, hija o padres), recibieron una ofensa. El ofendido reta al ofensor para media docena o una docena de zurriagazos en los carnavales. En el intervalo no hay más ofensa, ni peleas ni insultos. Después del instante supremo del castigo, se brinda con una chicha o una copa de aguardiente y todo queda en paz. No hay dientes desgranados a puñetazos, costillas hundidas a patadas, cabezas rotas a pedradas o a palos ni enemistades interfamiliares heredadas de padres a hijos y nietos.
Esta sabia profilaxis ancestral contra la violencia se llama siqullu. Hay variantes como el paki, el champa tikray, el yawar mayu, el lucheo y la waylía, entre otras.
Datos curiosos
- La yunsa, unsha, úmisha, wachiwalito, sacha kuchuy, tumba monte y otras denominaciones con que se conoce la hoy arraigada costumbre de adornar un árbol con globos, serpentinas, frutas, juguetes y hasta con paquetes de regalos para cortarlo después entre baile y baile, es absolutamente ajena a la cultura andina, donde el árbol es venerado, cultivado y cuidado como símbolo de vida, cuyo uso es estrictamente utilitario y mesurado. No hay duda de que esta costumbre es reciente, de origen amazónico y ritual. Lo contradictorio es que ahora se practica incluso en zonas como Espinar (Cusco) o en el altiplano puneño, donde el árbol es casi inexistente y cuyo cultivo y crecimiento requiere mucho cuidado y trabajo.
- El juego con agua, hoy convertido en una forma de agresión brutal e indiscriminada a transeúntes en las calles de Lima, tiene origen en un baño ritual de los campesinos quienes, en este época, rendían culto al agua como elemento masculino en un acto para propiciar la fecundidad de la Pacha Mama.
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