miércoles, 29 de febrero de 2012

Los Triángulos

El triángulo es el polígono delimitado por tres lados; y que en consecuencia contiene tres ángulos, con sus respectivos vértices.



Clases de triángulos.

 
 

Los triángulos se clasifican:

    En consideración a sus lados, en:

    • Triángulos equiláteros — cuando sus tres lados son iguales.

    • Triángulos isósceles — cuando solamente dos de sus lados son iguales.

    • Triángulos escalenos — cuando sus tres lados son desiguales.


    En consideración a sus ángulos, en:

    • Triángulos acutángulos — cuando sus tres ángulos son agudos.

    • Triángulos rectángulos — cuando tienen un ángulo recto.

    • Triángulos obtusángulos — cuando tienen un ángulo obtuso.



Altura de los triángulos.

 

Cualquiera de los lados de un triángulo puede tomarse como su base, es decir, como el lado que queda en posición horizontal respecto del observador. En geometría se acostumbra designar el lado que se toma como base de un triángulo, como lado AB. Denominación que también afecta al ángulo que está en cada extremo de la base; y por lo tanto se designa como C el ángulo superior, que se denomina vértice del triángulo.

La altura de un triángulo, es la distancia que existe entre el lado tomado como base, y el vértice del triángulo; representada por una línea que saliendo del vértice es perpendicular a la base.

En geometría es usual designar la altura de una figura empleando la letra H, probablemente con referencia a la palabra francesa hauteur (se pronuncia: otér), que precisamente significa altura.

martes, 28 de febrero de 2012

Los Polígonos

Los polígonos.

La denominación de polígono — palabra compuesta de poli , del griego: muchos; y gonos del griego: ángulos — se aplica a las figuras geométricas planas, delimitadas por el cruce de tres o más líneas rectas; lo cual conforma una superficie definida por 3 o más lados, los cuales forman entre sí la misma cantidad de ángulos.



Clases de polígonos.

Los polígonos se clasifican según tres criterios:

    Por la igualdad o desigualdad de lados:

    • Polígonos regulares — cuando todos los lados son de igual extensión;

    • Polígonos irregulares — cuando por lo menos alguno de los lados es de extensión distinta.

    Por la cantidad de lados, aunque por referencia a la igual cantidad de ángulos:

    • Triángulos — los que tienen 3 lados y 3 ángulos.

    • Cuadriláteros — los que tienen 4 lados y 4 ángulos.

    • Pentágonos (del griego: penta: cinco) — los que tienen 5 lados y 5 ángulos.

    • Hexágonos (del griego: exa: seis) — los que tienen 6 lados y 6 ángulos.

    • Heptágonos (del griego: hepta: siete) — los que tienen 7 lados y 7 ángulos.

    • Octógonos — los que tienen 8 lados y 8 ángulos.

    • Nonágonos — los que tienen 9 lados y 9 ángulos.

    • Decágonos — los que tienen 10 lados y 10 ángulos.

    • Undecágonos — los que tienen 11 lados y 11 ángulos.

    • Dodecágonos — los que tienen 12 lados y 12 ángulos.

      Con más de 12 lados, se denominan indicando el número de lados.

    Por la existencia de una o más líneas que los dividan en mitades iguales:

    • Polígonos simétricos — los que tienen uno o más ejes de simetría

    • Polígonos asimétricos — los que no tienen ningún eje de simetría

San Martín de Porres

El santo mulato nació en Lima en 1579 de padre español y madre panameña. De caballero y mulata nació el santo. Tardó su padre en reconocerlo pero al final asintió, teniendo de todas formas que partir dejando al pequeño al cuidado de su madre. Son misteriosos los caminos del Señor: no fue sino un santo quien lo confirmó en la fe de sus padres. Fue Santo Toribio Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima y actual patrono del Episcopado Latinoamericano, quien hizo descender el Espíritu sobre su moreno corazón, corazón que el Señor fue haciendo manso y humilde como el de su Madre. Martín aprendió el oficio de barbero y también algo de medicina. El muchacho era inteligente, y fue tal su amor por los hermanos que no tardó en aprender para poderlos servir mejor. Desde niño sentía predilección por los enfermos y los pobres en quienes reconocía sin duda el rostro sufriente de su Señor. A los quince años la gracia recibida y el ardor por vivir más cerca de Dios en servicio completo a sus hermanos humanos lo impulsó a pedir ser admitido como donado en el convento de los dominicos que había en Lima.



Pronto la virtud del moreno dejó de ser un secreto. Su servicio como enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más abandonadas que podía encontrar en la calle. Su humildad fue probada en el dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos. Incomprensión y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando al mulato a su Reconciliador. En 1603 le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad. Hombre de gran caridad, unía a su incesante oración las penitencias más duras. Era mucho el amor, eran poco el sueño y la comida, lo sostenía la oración, la infinita misericordia de Dios. Es muy probable que haya conocido a Santa Rosa de Lima. El Señor tiene sus caminos, y los tuvo de dolor y alegría para nuestro mulato. Así nos ama el Señor, como a su Madre.



La virtud del santo, su intensa vida espiritual, sostenían su entrega, pero sin duda alguna, aquello que más recuerda el pueblo de Lima son sus numerosos milagros. A veces se trataba de curaciones instantáneas, en otras bastaba tan sólo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara un sorprendente y firme proceso de recuperación. Muchos lo vieron entrar y salir de recintos estando las puertas cerradas. Otros lo vieron en dos lugares distintos a un mismo tiempo. Todos, grandes señores y hombres sencillos, no tardaban en recurrir al socorro del santo mulato: "yo te curo, Dios te sana" decía Martín con grande conciencia del inmenso amor del Señor que ha gustado siempre de tocar el corazón de los hombres con manos humanas.

Enfermero y hortelano herbolario, Fray Martín cultivaba las plantas medicinales que aliviaban a sus enfermos. Su amor humilde y generoso lo abarcaba todo: su amabilidad con los animales era fruto de su inmenso amor por el Creador de todas las cosas. El pueblo de Lima venera hoy su dulce y sencilla imagen, con su escoba en la mano dando de comer, de un mismo plato, a perro, ratón y gato.



Tras una vida de honda respuesta a la gracia de Dios, de intensa y perseverante entrega vividas al calor de la caridad y el sacrificio, ya a los sesenta años de edad, Fray Martín cayó enfermo y supo de inmediato que había llegado la hora de encontrarse con el Señor. El pueblo se conmovió, y mientras en la calle toda Lima lloraba, el mismo virrey fue a verlo a su lecho de muerte para besar la mano de quien decía de sí mismo ser un perro mulato, tal era la veneración que todos le tenían. Poco después, mientras se le rezaba el credo, besando el crucifijo con profunda alegría, el santo partió. Pero esta partida no lo alejó de su pueblo quien esperanzado le reza a diario aguardando su tierna intercesión y agradeciendo sus milagros. Fray Martín de Porres, el mulato "santo de la escoba" fue canonizado el 6 de mayo de 1962 por el Papa Juan XXIII.