domingo, 11 de marzo de 2012

Javier De Luna Pizarro

PRESIDENTE DEL CONGRESO
(1822)
Político y eclesiástico peruano. Participó en la lucha por la independencia. Presidió el primer Congreso Constituyente (1822). En 1823 se exilió al ser disuelta la Junta de Gobierno, pero en 1827 volvió a presidir el Congreso. Apoyó la candidatura presidencial de La Mar, en cuyo gobierno colaboró. En 1845 fue nombrado arzobispo de Lima.

HISTORIA:

Nació en Arequipa el 3 de noviembre de 1780, en un hogar profundamente cristiano y de abolengo. Hijo de Juan Antonio de Luna Pizarro, teniente coronel de milicias reales, granadino, y de la dama arequipeña Cipriano Pacheco de Chaves Araus.

A los once años ingresó al Seminario Conciliar de San Jerónimo de Arequipa cuyos estudios se desenvolvían entonces bajo la ilustre dirección del obispo Pedro José Chávez de la Rosa. Tras recibir la primera tonsura (16 de diciembre de 1791), estudió allí Latinidad y Retórica, Filosofía, Sagrada Teología y Jurisprudencia civil. Se dice que era un niño precoz y vivaracho. A propósito se cuenta una anécdota que nos ha trasmitido Ricardo Palma en una de sus más célebres Tradiciones peruanas: En cierta ocasión el obispo hizo una visita al Seminario y comenzó a hacerles preguntas a los alumnos; a quienes no contestaban rápida y correctamente les decía: "Al rincón, quita calzón", para señalarles que se les iba a aplicar un palmetazo en sus partes pudibundas. Al llegar el turno a Francisco Javier, éste tampoco pudo contestar muy bien el interrogatorio de Monseñor, pero inmediatamente retrucó una pregunta a su eminencia: cuál era la cantidad de Dominus Vobiscum que se decían en la misa. El obispo, después de meditar, tuvo que reconocer que no sabía la respuesta, por lo que el niño Francisco Javier se atrevió sancionar al superior religioso con el ya clásico: "Al rincón y quita calzón".

Francisco Javier demostró tan altas dotes que el obispo decidió entonces enriquecer su educación con el aprendizaje de las Matemáticas, y más tarde le otorgó su protección. Al terminar sus estudios pasó al Cuzco, en cuya Universidad optó la licenciatura en Leyes y Cánones (26 de junio de 1798) y en Sagrada Teología (5 de julio de 1798). Con la autorización para hacer la práctica forense (abogadil), volvió a su ciudad natal y se dedicó por lo pronto a la docencia en el Seminario de San Jerónimo, enseñando Filosofía, Ética y Matemáticas.

El 13 de abril de 1799 recibió las órdenes menores de manos del Obispo Pedro José Chávez de la Rosa, quien le ofreció un puesto entre sus familiares. Siguió la práctica profesional (abogadil) en el estudio de Evaristo Gómez Sánchez, un notable magistrado arequipeño. Volvió al Cuzco en 1801, donde obtuvo dispensa del período de práctica que le faltaba cumplir, recibiéndose de abogado ante la Real Audiencia del Cuzco (28 de setiembre de 1801). Hizo lo propio en la Real Audiencia de Lima con fecha 25 de enero de 1802.

De vuelta al Seminario de Arequipa, continuó su labor docente. Cumplido su deber magisterial, recibió las órdenes mayores de manos del Arzobispo Bartolomé María de las Heras, en Lima (13 de agosto de 1806). Ocupó la prosecretaría del Obispado de Arequipa y asumió los cargos de Vicerrector y Prefecto de Estudios en el Seminario (1807). Al año siguiente pasó a ejercer su ministerio en el curato de Torata.

En marzo de 1809 viajó a España, acompañando al Obispo Chávez de la Rosa en calidad de Secretario. La estancia de Luna Pizarro en la península fue decisiva en el curso posterior de su vida, pues allí presenció la resistencia que el pueblo opuso a la invasión napoleónica. Nombrado Capellán de la Presidencia del Consejo de Indias, asistió a las sesiones de las Cortes de Cádiz, que aprobaron la primera constitución de la monarquía española y la libertad de prensa. Fue designado examinador sinodal del arzobispado de Sigüenza (1811). Pero pronto obtuvo el permiso de su protector para retornar al Perú, embarcándose en la goleta Hermosa mexicana el 22 de diciembre de 1811. Llegó a Lima al siguiente año, justamente cuando la opinión del país se hallaba agitada por las elecciones de diputados a Cortes (1812).

En Lima ocupó el cargo de medio racionero en el Cabildo Metropolitano, una modesta prebenda que le fue otorgada por intercesión de su protector Cháves de la Rosa. En 1816 fue promovido a la dignidad de racionero y ejerció, hasta 1822, la secretaría del Cabildo, en recompensa de su fidelidad y talento. A solicitud de la Junta de Catedráticos, en 1819 pasó a ejercer el rectorado del Colegio de Medicina de San Fernando, sucediendo a Fermín de Goya, quien había fallecido en ese año. No obstante los avatares de la coyuntura emancipadora, mantuvo la regularidad de las labores académicas. Por exigencia de sus funciones debió pronunciar un elogio de Fernando VII y la monarquía española, durante la conmemoración anual del advenimiento de dicho monarca. Era, sin embargo, un republicano liberal. Abiertamente lo manifestó cuando se preparaba en Lima la proclamación de la independencia.

Presidente del Congreso Constituyente:

Miembro de la comisión que redactó el proyecto de la Constitución de 1823. Desengañado por la imposición de Riva Agüero a partir del motín de Balconcillo, partió a Chile, donde permaneció hasta la consolidación de la Independencia en la batalla de Ayacucho (1824)

El Congreso Constituyente se instaló el 4 de Junio de 1827, presidido por Javier de Luna Pizarro. Los liberales regresaban al poder y tenían mayoría en el congreso, intentando no cometer los errores de 1823. Buscaron por ello no enfrentarse a los militares sino buscar un camino adecuado a sus intereses. Es así que con apoyo de los liberales, se elige como Presidente del Perú al Mariscal José de la Mar con 58 votos contra 27 de Santa Cruz. Resultó elegido Vice-Presidente de la República don Manuel Salazar y Baquíjano. Se pensaba que con La Mar se alejaban los peligros del caudillismo, el presidencialismo y el personalismo.

Episcopado

Nombrado Obispo titular de Alalia in partibus infidelium y Obispo auxiliar de Lima, fue consagrado el 21 de setiembre de 1837, retirándose al convento de San Francisco. Fue nombrado también Deán del Cabildo Metropolitano (1838); a partir de entonces se dedicó enteramente a las obligaciones de su ministerio. En 1842, habiendo fallecido el Arzobispo de Lima Francisco de Sales Arrieta, fue nombrado Vicario capitular en sede vacante, y en el consistorio del 24 de abril de 1845, fue preconizado Arzobispo de Lima por S.S. Gregorio XVI. Enviada la bula respectiva, tomó posesión el 27 de abril de 1846, como vigésimo Arzobispo de Lima, dignidad que ejerció hasta su fallecimiento en 1855.

Durante su gestión señaló como erróneas algunas ideas que antes profesara con entusiasmo, e inclusive gestionó la condenación papal contra los alegatos regalistas de su viejo amigo, el sacerdote Francisco de Paula González Vigil. Ofreció su apoyo a las Hermanas de los SS.CC. que llegaron imprevistamente al Perú y a quienes el Presidente Ramón Castilla les encargó el Colegio del Espíritu Santo. Restauró la labor del Seminario Mayor de Santo Toribio para religiosos y seglares.

Falleció en Lima el 9 de febrero de 1855. Sus pastorales han sido recogidas en: Obras selectas del clero peruano.

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